Sobreproteger a los hijos
• En época escolar los papás tienen que madrugar y a correr para asegurarse de que no pierden el bus; prepararles comidas especiales porque de lo contrario no comen nada; bregar a que hagan las tareas o, en último caso, a hacerlas por ellos; comprar de nuevo los útiles que les "robaron"(léase pierden); ir al colegio a pedir que los cambien de grupo porque no les gusta el que le tocó; interceder para que les dejen menos trabajo porque no alcanzan con tanto; pedirle al director que los obligue a cortarse el pelo; llevarlos a tutorías para reforzar materias, etc.
• Cuando nos detenemos a ver todo lo que hacemos hoy por los hijos es evidente que algo anda mal. Parece que, debido a que a menudo se nos inculpa de todos los problemas de los niños, los padres, agobiados por la culpabilidad, nos sobrepasamos en el apoyo que les damos. Es evidente en el uso constante del pronombre "me" al referirnos a los asuntos de los hijos: "me trajo malas notas", "no me come nada", "no se me despertó". Así, sus problemas son la preocupación central de nuestra vida, y el poco tiempo que tenemos para disfrutarlos lo pasamos volando a arreglarles la vida.
• Lo grave es que cuando nos involucramos mucho en la vida de los hijos tendemos además a identificarnos con sus éxitos y fracasos. Así, en los partidos deportivos de los niños lo que se "juega" es el prestigio de los padres y, si pierden, acabamos enfurecidos con el entrenador o los otros jugadores. Si traen malas notas nos indignamos, no con los hijos, sino con los profesores o el colegio. Si se agarran con los niños del vecindario, acabamos nosotros de pelea con los vecinos. Y así sucesivamente.
• De esta forma los niños no tienen espacio para negociar las soluciones a sus problemas ni para aprender a responder por sus acciones y omisiones. Hay que permitir que pasen dificultades y derramen unas cuantas lágrimas, porque de lo contrario no podrán tener la dicha de alcanzar sus sueños con sus propios medios ni de ser los protagonistas de su propia vida.
• Nuestras actitudes sobreprotectoras no les dicen a los hijos que los amamos mucho, sino que son unos inútiles. La responsabilidad (habilidad para responder) no se desarrolla automáticamente a medida que se van volviendo viejos. Al responder nosotros por todos sus asuntos los inhabilitamos para llegar a ser autosuficientes y capaces de responder por lo que hacen. Y cuando les facilitamos demasiado la niñez a los hijos les estamos complicando la adultez. Tengamos presente que nuestra principal ayuda debe ser enseñarles a valerse por sí mismos.
• La solución parece ser ante todo cuestión de amor. Tenemos que llevar a los hijos, no sobre nuestros hombros, sino dentro de nuestro corazón, amándolos lo suficiente como para permitirles vivir su vida y no la nuestra.
Artículo publicado por: http://www.horalibre.org/
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